EXPOSICIÓN ONLINE

Jacinto Salvadó

Mayo y Junio

2022

Jacinto Salvadó y su esposa, Anita Wiskeman
Jacinto Salvado obra - Composición piramidal

Composición piramidal (1974)

73 x 92

Acrílico sobre lienzo

Precio

Movimiento (1959)

39 x 54

Oleo papel marufle sobre lienzo

Precio

Jacinto Salvado obra - Movimiento
Jacinto Salvado obra -Energía luminosa

Energía luminosa (1959)

146 x 114

Óleo sobre lienzo

Precio

Paisaje de la Provenza (1924)

65 x 73

Óleo sobre lienzo

Precio

Jacinto Salvado obra -Paisaje de la Provenza
Jacinto Salvado obra -Arlequín sentado

Arlequín sentado (1923)

73 x 60

Óleo sobre lienzo

Precio

Arlequín (1924)

100 X 81

Óleo sobre lienzo

Precio

Jacinto Salvado obra -Arlequino

Arlequino (1924)

92 x 73

Técnica mixta sobre papel marufle sobre lienzo

Precio

Homme de la campagne (1924)

100 x 65

Óleo sobre lienzo

Precio

Jacinto Salvado obra -Homme de la champagne
Jacinto Salvado obra -Retrato del gobernador de Barcelona

Retrato del gobernador de Barcelona

93 x 73

Óleo sobre lienzo

Precio

Ritmo y construcción (1954)

93 x 54

Óleo sobre lienzo

Precio

Jacinto Salvado obra -Ritmo y construcción

JACINTO SALVADÓ

Una trayectoria de pionero Gerard Xuriguera.

Sería utópico creer que el tiempo es imparcial con todos. Aquello que hoy escapa al filtro falaz del mercado, de ciertas galerías e instituciones, no queda necesariamente condenado al olvido o  al purgatorio, pero padece inevitablemente de un déficit de credibilidad, teniendo en cuenta los  sistemas de legitimación y de promoción que rigen. Desde luego, las condiciones existenciales de las artistas en los años veinte no son comparables  a las de hay. Pero en cualquier época, los artistas demasiado modestos no consiguieron el éxito  que hubiesen merecido, sin que su talento haya sido puesto en cuestión.

No sabiendo ni  deseando someterse a las reglas del mercado, ni queriendo tampoco convertirse en cortesanos, tuvieron que pagar por su propia independencia. Es el caso de JACINTO SALVADÓ, pintor de  una exquisita urbanidad cuya trayectoria de pionero en el constructivismo es iniciada con  esplendor en una exposición de la Galería Dalmau, la más activa en la Barcelona de los años treinta ha sabido responder siempre a las expectativas, aunque no haya logrado derribar el muro  de la indiferencia.

Tentado como la mayoría de sus compatriotas, Miró, María Blanchard, Dalí,  Bores, Peinado, Fernández o La Serna, por la búsqueda de nuevas lenguajes, Salvadó, tras  haber asistido a la escuela de Bellas Artes de la capital catalana, prosigue sus estudios en  Marsella, luego en París, donde decide instalarse. Influenciado sucesivamente por las virtualidades expresivas de la figura y los efectos del cubismo analítico, su pensamiento organizador le llevará muy pronto por los caminos del arte construido.

A la influencia de  Picasso, de Dada y del Surrealismo, prefiere por consiguiente el rigor purista de Malevitch y de  Mondrian; al lirismo concertado de Kandinsky la razón, al grito el estilo. Esto no le impide,  sin embargo, relacionarse con Derain, frecuentar a Picasso, de quien será modelo para «el  Arlequín«, ahora en el Louvre, y de estrechar relaciones amistosas con Max Bill.

En cuanto al  Bauhaus, de él conserva el concepto global que apunta hacia la arquitectura y a la exactitud de  los encadenamientos, aunque también se emancipa de el mediante la libertad de sus armonías  estructurales y la soberanía contrastada del color.

Respaldado por su experiencia y su propia percepción del espacio pictórico, Salvadó aspira a  una realidad materialmente justa, regida por la ponderada combinación de sus formas trabajadas  en el seno de un dispositivo poblado de llenos y vacíos en el que se difumina la idea de espontaneidad, pero no la homogeneidad que gobierna la estricta unión entre las relaciones.

A pesar de su despojo que evita todo simulacro de profundidad, la geometría alegremente  escondida por el artista catalán se basa en la interacción de sus proporciones y de sus acordes, donde se derrama una luz irradiante cubierta por un cromatismo fragmentado. Apoyándose en una disciplina interior que acompaña su fuerza moral, Salvadó elude así la  mínima intrusión exterior para elevar sus arquitecturas constituidas de esferas y de triángulos, de rombos y de rectángulos, de planos ramificados y de finas tiros verticales, que se sobreponen, se poyan y se imbrican en una permanente preocupación de precisión y equilibrio.

La certeza del grafismo, que baliza el campo sin arrepentimiento, aporta aquí sus apoyos  reguladores, dejando al color el tiempo de ejercer la precisión de su canto llano. Jamás, sin embargo, el pintor de Mont-roig se exilia de una inspiración sensible que refleja la  tradición humanista de su tierra natal, ya que no ignora, al igual que Descartes, que «la  sensibilidad es un orden«.

De esta forma, podemos experimentar en este arte, el sentido de los valores, de la ponderación, de la claridad y del discernimiento. Y, sobre todo, del emana ese  sentimiento contrario a toda confusión, pesadez o aproximación, la búsqueda del simple  necesario, virtudes inseparables del alma mediterránea. A partir de 1925, la muy seria galería parisiense Bing expone regularmente la obra de Salvadó, seguida luego por Worms-Billiet, antes de que la galería Heller tome el relevo y que en los  albores de la transición democrática la galería Juana Mordó le rinda un destacado homenaje en Madrid.

Paralelamente, su itinerario cuenta asimismo con numerosas participaciones en  importantes manifestaciones internacionales, pero la gloria apenas lo roza. La exposición que  nos convoca sirve de este modo para recordarnos la presencia de esta obra rara que pertenece  por derecho al patrimonio estético ibérico. Una gran frescura, audaz pero sin ostentación, escribía yo en 1977, anima estas composiciones  a la vez silenciosas y sonoras, que se renuevan sin cesar, evitando la esclerosis y la recurrencia.

Ningún tipo de sequedad las petrifica dentro de un esquema reductor. Flexibles y estáticas  despliegan de manera impecable sus compactas armonías modeladas por una afectividad  subyacente. Más allá de la adversidad, de las memorias desfallecientes y de los malentendidos, la magnífica obra de  Jacinto Salvadó habla para sí misma. Esta se inscribe, naturalmente, en la historia de la abstracción geométrica ofreciéndonos la  imagen de una juventud inalterable al servicio de un arte de síntesis particularmente vivificante.

Gerard Xuriguera